RAPSODIA DE UN SÓLO CORAZÓN


Mis ojos ceden ante la tortura y, a pesar de la culpa, tienen que confesar. El martirio es cadena ensangrentada y dura. La tortura de miedo líquido les arde, como esa luz extraña a las faldas de la madre. Mis pupilas, nunca más extrovertidas, van separando las cortinas de agua. Se levantan heridas de leche, derretidas. No puedes soportarlas, las arrancas, blancas de sangre y humo, blancas. Una vende su cuerpo por dos cobres, a la otra le pagan por no pensar en eso. Vamos apartando la vista de los pobres que se arrancan las alas apenas respirando. Vamos llorando ramas secas, vamos llorando. Las dos bailan sin ganas su vergüenza, bailan sin colores y sin música, una nube de lágrimas sofocante y densa. Las dos son el desecho de la sociedad, la soledad de ambas se une y disemina, la soledad. Se encuentran en un punto neutral o parcial, en el castillo o en la calle, comparten con los ojos un beso mortal, amarran sus miradas, las empatan, se matan temblando de miedo, se matan.

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