MILLONES DE RECUERDOS

pour CC


No pueden estar mal

millones de recuerdos.

Canela y sal

perdidas en tu piel.

Con una canción

se espantan bien los miedos.

Pon el corazón

girando en carrusel.

Sólo acuéstate

encima de la mesa.

Enciéndete

que es de noche y no veo bien.

Y me parece que estoy

perdiendo la cabeza.

Adonde voy

tú vienes también.

Entre tu sexo y mi realidad

puede estar perdido,

todo el ruido de la ciudad,

que sin piedad

esconde tu vestido.

EL DOLOR Y LAS PESTAÑAS


Si tan sólo el cansancio te empañara el dolor y las pestañas, mirando como se está quemando tu fotografía imposible, parecería que el fuego no está conforme y se voltea y te mira brotándole del cuerpo canciones del sol y de las arañas y el más oscuro de los pecados se te vuelve algo plausible destrozándote la inocencia para darle paso a la ira, aprendiendo de los desiertos la parálisis y las mañas, no ves que una hora en blanco te lleva del amor a lo terrible y que toda la verdad del mundo forma una gran mentira navegando entre el tabaco de personas sin ritmo y extrañas que reptan sin prisa y sinceros con una humedad increíble, como la hermosura de un vino o un bosque que nadie admira. Se me desprendió un sueño cuando hablábamos de los planetas, no es la primera vez que me suceden estas tonterías, y entiendo que tu tampoco eres nueva en esto de estar brincando, veo que a mi voz le gusta el juego de “putas y proxenetas” y a tus ojos les gusta el juego de “ladrones y policías”, sabemos muy bien que no sólo de frío se puede estar temblando, lo dice alguien que tiembla por las hormigas y por los cometas, por la tierra en el cabello, por el mar y por los buenos días, por eso prefiero levantar los brazos y seguir girando, y olvido por un minuto los cadáveres de los poetas que han decidido cortar las almas y tal vez serán las mías, pero eso ya no me importa, me importa seguir sangrando. Guardo silencio y escucho el llanto que proviene de un callejón, es el cuerpo de una mujer que arde lentamente en el olvido y sin saber porque los sonidos de la noche nos aterran continuaré escuchando el lamento cortante y gris del corazón, sólo así los murmuros se convierten en gritos al oído, las olas del miércoles se impactan en mis piernas y se aferran, y se me vacían los besos y se me corta la respiración, y poniéndome la mano en el pecho me declaro perdido en un país en donde a los que guardan silencio los destierran, mientras el resto los ve irse sin tomar ninguna precaución, por eso a veces duele más una mañana que estar herido y ya no es necesario que estemos muertos cuando nos entierran. Parecería muy pronto para elegir la máscara adecuada, la frase correcta o el color que llevaran mis movimientos, pero riéndome y sin delirio y acostándome boca arriba le deshago los nudos al tiempo de una luz enajenada, que, de no ser porque ya no le quedan alas a estos momentos, nos transformaríamos en voces que pilotean a la deriva, hasta bailaríamos desorbitados una danza anticuada de matices urgentes, coordinados, con prisa, pero lentos llegando el instante de no saber en que minuto te escriba o en que segundo he de alimentar una sonrisa destrozada y sin necesitar que aparezcan flores rotas en los cuentos, le exijo al cigarrillo que eleve pronto y fuerte su diatriba. Hoy no digas nada y escucha lo que el blues tiene que decirte, sabes bien que se viven tiempos difíciles en este lugar, pero si te detienes en la historia después podrás contarlo con una voz que no sea tuya o en un solo dispuesto a herirte, de una guitarra que es lobo hambriento y no te deja de mirar y está por demás esconderse en el alcohol para no soñarlo, porque él muy quieto vigila si estás cansado o estás por irte, por eso te queda ser paciente o sin pena ponerte a cantar, viendo que el dolor no siempre es tuyo y no es necesario cortarlo,tranquilo te miras de reojo al espejo dispuesto a mentirte, asegurándote que hoy no es viernes y que no hay nada que ocultar, pero en la calle gritan tu nombre falso y no podrás negarlo. No sé quién soy pero asumo el caos y la creación como algo normal arrojándome al infinito de una hoja en blanco solitaria, que empapada en alcohol, le prende memoria a las palabras-fuego, construyéndome un poema sin titulo y de carácter animal, que habla de las flores y su condición transitoria, precaria, de las serpientes en el invierno y de cómo todo es un juego, solamente entonces el verso amargo alcanza su dosis letal y desde la cima de una montaña un ángel cantará el aria, que al escucharla de lejos sea dulce y de cerca sea un ruego, sintiendo que cada aliento fuera por ti como algo natural, guardándome un recuerdo de playa en el fondo de una lunaria, dejando que las caricias fluyan y la culpa venga luego. Creí que podría tener razones para seguir creyendo en mi, confiar en las noches sin tener que estar pensando en tus lunares, pero fuiste tú quien se metió en mis sueños sin buscar salida, he de suponer que toda intrusa onírica se comporta así y solo hoy dejé de encontrarme sonriente en los mismos lugares, donde la calle se termina y el destino se nos olvida, volteo angustiado preguntando que lugar es este y que hago aquí respirando tan profundo el inapropiado aire de los bares, ya me había dado cuenta antes que la duda me corta y se anida haciéndome creer que si sigue encadenado el cielo es por ti y no me di cuenta que ya no existen soles particulares hasta que me encontré loco y de rodillas buscando mi vida. No suelo recorrer frases perfectas o labios eventuales, mucho menos cuando elijo el mundo y son las tres de la mañana, encontrándole un significado nuevo a la palabra dolor, recorriendo todos mis pasos como quien recorre sus males y ahora veo que es muy temprano para que haya luz en mi ventana o más bien ya es muy tarde y estoy cansado para hablarte de amor, por eso hay que seguir viendo las sombras como cosas triviales y al concierto que existe en el violín como una galaxia lejana, llamémosle desde ahora “frío” al “miedo” porque se oye mejor, contando con la certeza que hablar es hablar de cuanto vales y aunque mantenernos callados sigue siendo la opción más sana, no puedo evitar pronunciar lágrima, pan, tormenta, abeja y flor. Mientras sean útiles, usa los pedazos que quedan de mi voz, los restos que no utilices regrésamelos, me pertenecen, porque ya está bueno de trampas creadas de una costilla y barro y aunque nunca sentí tanta lluvia flotando lento entre los dos, he resuelto mentirte de veras con quimeras que florecen enalteciéndose sobre la aurora de un espacio bizarro que llegando al muelle se transforme en una expectativa feroz, mostrando que hay algunas cosas que sólo son cuando perecen, tal como si fuera indispensable presentar algún desgarro durante el tiempo que pasó entre nuestros dedos sin decir adiós, pero tengo la seguridad de que los finales nos crecen como la duda de seguir despierto al terminarme un cigarro. Es la primera llamada de una respiración desertora, de una calma exacta y de una espalda que se promete entre sombras, la primera madrugada antes de conocernos invisibles, y esa manera tuya de callar ligera y tentadora con la que tristemente te muerdes la espera y después me escombras entre el tiempo sutil y enamorado de miradas sensibles, que oscuras de tanto aullar solitarias, no advierten ni la hora, descubriendo que el infinito me cabe en tu cuello, te asombras, te detienes mostrando tu luz de siluetas imprescindibles ante mi impaciencia suplicante, conquistada y delatora que desde un principio ha atestiguado la alegría cuando me nombras, convirtiendo realidades en seducciones incorregibles.

¿CÓMO ANHELAR LA LEYENDA?

¿Cómo anhelar la leyenda? 

¿Cómo añorar lo que no conozco? 

En estos tiempos de imágenes que no llegan, 

se me pierde la decisión de la ideas, 

la fuerza de voluntad 

y el poder de mis acciones. 

¿Será que esta falta de escrúpulos

es una impavidez olímpica?

¿Cómo puedo admirar lo que no temo?

¿Cómo anhelar la leyenda?

¿Cómo sentir nostalgia de lo que nunca tuve?

En estos tiempos en dónde lo indestructible 

se encuentra destruido,

lo más profundo no es necesariamente lo más antiguo.

Sigo sin entender nada, 

pero ahora me obligo a matar 

lo que ya está muerto.

¿Cómo anhelar la leyenda?

¿Cómo regreso a lo que no recuerdo?

Emprendo el viaje de vuelta a casa,

pero me encuentro lugares más bien nuevos, desconocidos. 

¿Dónde está la cercanía en esta distancia?

¿Dónde está mi ley encarnada?

¿Dónde está el reino externo?

¿Dónde esta la calma en esta tormenta?

En estos tiempos se me decolora la creatividad 

y me asquea lo novedoso, lo eterno.

Tendré que aceptar la existencia de lo ausente

a pesar de esta agresión que crece poco a poco,

a pesar de que las historias se realizan y se pierden.

Me quedan muy pocos reclamos 

y sigo sin encontrar el origen.

¿Quién se robó mis metáforas?

Las dejé atrás de la puerta,

en una bolsa de papel,

alguien tendrá que haberlas visto.

¿Cómo anhelar la leyenda?

No tengo armas,

no sé quién soy, 

solamente sé que el exceso de fuego me quita el aire

y que el exceso de aire aviva el fuego. 

En estos tiempos de curadores-heridos,

me siento el herido-curador,

siento una parte de mi que vive en aislamiento,

siento mi espontaneidad enferma.

¿Cómo evito que se derrumbe la frontera?

¿Dónde encontramos esa parte de lo terrible que llamamos belleza?

Me estoy entendiendo en el ahora,

pero las huellas que dejó el temor a la locura

son tan luminosas que llaman al retorno.

¿Cómo encontrar algo en el caos?

¿Cuál es la sombra en el cuadro?

¿Cómo utilizar lo que está roto?

¿Cómo anhelar la leyenda?

NO TODAS LAS COSAS DEBEN PASAR


Es una fortuna encontrar un disco al que podamos llamar una obra maestra. Con el paso del tiempo mi concepto de “obra maestra” se ha ampliado. Antes me encantaba llamar así a los discos “sobre-producidos” llenos de instrumentos y arreglos geniales (aún me gustan cabe mencionar) pero he llegado a fascinarme por discos que son sumamente sencillos en su grandeza. El "All things must pass" de George Harrison tienen la capacidad de atraparte a la primera, de guiarte en un laberinto de sentimientos sinceros como los que, con una voz preciosa en el aspecto más literal del término, transmite Harrison en este, su disco más conseguido, tras la separación de los Beatles.

Harrison siempre fue un genio en la sombra, el guitarrista que escondía su grandeza tras las emocionadas notas de una guitarra, empequeñecida por lo gigante del carácter y destreza de los dos mejores compositores de la Historia. Tras ellos se encontraba la que era, seguramente, la personalidad más normal, tranquila y sencilla, de los cuatro fabulosos de Liverpool, pero no solo eso, sino también la pura inspiración del que, en lo personal, es uno de los grandes genios desconocidos de la Historia de la música.

En su etapa Beatle se destapó pocas veces, pero siempre aprovechó su oportunidad, sobre todo en sus últimas composiciones dentro del cuarteto. Si "Don,t bother me" era una aceptable canción pop que se ganó justamente un lugar en la cara A del segundo trabajo de los Beatles, sus siguientes canciones fueron demostrando la evolución natural de Harrison. La maravillosa "I need you" y la notable "You like me too much" fueron su aportación para el disco "Help!", tras ellas llegaron la estupendas "Think for yourself" y "If you needed someone", dos de las mejores canciones de "Rubber soul", la innovadora "Love you to" y la conseguidísima "I want to tell you" dentro del álbum "Revolver" y la oscura e hipnotizante "Within you, without you", la canción que abría la cara B de esa disquito llamado "Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band". Dentro de la época psicodélica del grupo, Harrison ofreció sus temas "Only a norther song", "It,s all too much" y "Blue Jay Way" las cuales han sido olvidadas por la fanaticada Beatle pero que considero unas joyas. Compuso también las caras b de dos de los sencillos de los Beatles, las notables "Old brown shoe" y "The inner light". Pero fue en la época más complicada del grupo cuando Harrison comenzó a demostrar su más alto nivel. Es suya la mejor canción del espectacular álbum doble que el cuarteto lanzó en 1968, llamado "The Beatles", pero más conocido como "White Album". Se trata de "While my guitar gently weeps", una canción profunda, sentida y enorme, la verdadera cima del trabajo. En el segundo disco, Harrison también regalaba una joya escondida llena de sentimiento llamada "Long, long, long". Para finalizar su etapa beatle, George se permitió el lujo de componer dos obras maestras absolutas que se encontraban dentro del genial disco, "Abbey Road", consiguiendo así que sus temas fueran el punto alto de un trabajo discográfico de ese tamaño. "Something" y "Here comes the sun" suelen estar en permanente estado de competición entre los beatlemaniacos, que se enfrentan entre ellos para elegir cual de las dos es la mejor aportación de Harrison al grupo.

Dentro de "Let it be", último álbum publicado por el cuarteto, George, aportó dos nuevas canciones, la maravillosa "I, me, mine" y la simpática "For you blue".

Tras este último disco, los Beatles se separaron. Quedaba por delante la publicación de los cuatro primeros trabajos en solitarios de Lennon, McCartney, Harrison y Starr. Y el resultado fue, cuanto menos, esperanzador. John creó una obra áspera, íntima, sincera y desgarrada, el espectacular "Plastic Ono Band", Paul publicó un artesanal y emocionante trabajo, muy infravalorado al principio, llamado, simplemente, "McCartney", y Ringo sorprendió a todos con un tremendamente conseguido álbum lleno de impresionantes colaboraciones llamado "Ringo". ¿Y qué hizo George Harrison?. Pues componer el que, con el paso del tiempo, confirmó lo que ya se intuía cuando apareció en las tiendas, el mejor disco de un Beatle en solitario y una de las obras musicales más redondas de la historia: "All things must pass".


1ª - "I,d have you anytime": compuesta mano a mano con el maestro Bob Dylan que prestaba la letra, Harrison abre el primero de los discos de manera relajada, llenando nuestros sonidos de una paz y tranquilidad a la que ayuda, y de que manera, una voz estupenda y unas guitarras serenas y brillantes. Puede que no esté al nivel del resto de las canciones, pero a pesar de eso, este primer tema es la manera perfecta de comenzar un álbum que se intuye emocionante.


2ª - "My sweet lord": apenas 10 líneas de letra son suficientes para que Harrison ofrezca uno de los grandes clásicos de la música popular, un emocionante himno, lleno de maravillosas guitarras (tanto acústicas como eléctricas), de brillantes coros, con una producción perfecta, a pesar de Phil Spector, otro de los grandes responsables de que "All things must pass" sea la genialidad que es. George desgarra la voz, llena de sentimiento una canción que debe ser considerada, si aún no lo es, uno de los mayores logros musicales que se han creado.


3ª - "Wah - wah": rabiosa muestra del mejor rock, Harrison demuestra en este tercer tema una capacidad para crear sucios riffs capaces de ser el elemento a través del cual giran toda una serie de factores (genial voz y coros, impresionante acompañamiento orquestal y grandiosas guitarras) que conforman una joya tan impresionante como esta crítica a sus años Beatle. Imprescindible.


4ª - "Isn,t it a pity": y llegó la cima. Antes de nada, debo admitir que este tema me parece la mejor canción que compuso el señor George Harrison en su etapa en solitario, y quizás en su etapa beatle. Todo en ella funciona, desde una capacidad instrumental llena de aciertos perfectos, esos teclados, esas guitarras que están más allá de la alabanza; esa voz llena de intensidad escondida tras la sutileza, de sencillez llena de emoción; ese final tremendo, absolutamente tremendo, lleno de épica, de inspiración, de puro sentimiento. Sin duda, la demostración más absoluta de la genialidad que podía alcanzar Harrison.


5ª - "What is life": nos encontramos ante el que es, a mi parecer, uno de los mejores riffs de guitarra jamás compuestos. Lleno de energía y de brillantez, el quinto tema del disco es una muestra del mejor pop, una joya totalmente redonda donde la preciosa letra, la maravillosa interpretación de Harrison y el perfecto papel de cada uno de los instrumentos (especialmente una guitarra en permanente estado de gracia) no hace más que coronar la que es una de las grandes canciones del repertorio Harrison. Un clásico instantáneo.

6ª - "If not for you": también hay lugar en este trabajo para un revisión por parte de George a uno de los grandes temas del antes mencionado Bob Dylan. Bellísima versión que consigue superar con creces a la original gracias, sobre todo, a una maravillosa interpretación vocal por parte de Harrison.


7ª - "Behind that locked door": nueva balada llena de sentimiento, con una guitarra preciosa y precisa, donde de nuevo se debe alabar la voz de un Harrison que demuestra a lo largo de todo el disco, que tenía una de las voces más personales y bonitas, en el mejor de los significados posibles, de la historia del pop. Atención también a unos coros sublimes que redondean otra de las grandes canciones del trabajo.


8ª - "Let it down": otro de los clásicos más reconocidos de este disco es esta maravillosa canción dividida claramente en dos sectores a cual mejor. Por una parte tenemos unas estrofas llenas de una extraña, hipnotizante y oscura melodía que nos lleva, casi sin darnos cuenta, a un estribillo rabioso y lleno de fuerza. Un poderoso tema, perfecto en todos sus elementos.

9ª - "Run of the mill": para cerrar el primero de los cds, Harrison se guarda una de sus mejores baladas, estructurada sobre todo en una de las letras más conseguidas que jamás escribiera el genio inglés. Estupendos los acompañamientos orquestales que ayudan a llenar de emoción una brillante interpretación vocal en la que George suena tan sincero y profundo como de costumbre. Uno de los mejores temas del trabajo, y perfecto punto y seguido.

10ª - "Beware of darkness": Una nueva joya. Canción redonda que le debe la mayor parte de su éxito musical a una producción de Spector capaz de crear un ambiente melancólico y bello al que hay que sumar una genial voz de Harrison y uno de los mejores middle eight de todo el trabajo. Mención aparte merece un solo de guitarra genial, grandioso, lleno de fuerza y sentimiento. Una auténtica maravilla.


11ª - "Apple scruffs": acelerado tema acústico con claras influencias dylanianas, que cuenta como elementos claves con un inspirado riff de harmónica, unos preciosos coros, y un estribillo bastante contagioso. Tema menor dentro de un trabajo gigantesco, es decir, canción que bastantes compositores matarían por tener.


12ª - "Ballad of Sir Frankie Crisp (Let it roll)": seguramente nos encontramos ante uno de los mejores temas de Harrison, y a la vez, uno de los que menos repercusión alcanzó. Una de esas baladas eternas, llena de factores que la elevan entre las demás, eso y mucho más es esta "Ballad of Sir Frankie Crisp"; Harrison no canta mejor que nunca, sino tan bien como siempre, la producción es absolutamente genial y contiene unos teclados maravillosos; estos son, simplemente, algunos de los pilares sobre los que se asenta una de esas canciones imprescindibles.

13ª - "Awaiting on you all": canción centrada, básicamente, en la religión, tema que aparece constantemente a lo largo del trabajo, pero que se enfoca, en esta ocasión, en una melodía llena de nervio, y que se esconde tras una verdadera muestra del llamado "muro de sonido" que imprimía Spector a todas sus producciones. Brillante pop, sobrecargado pop, simple pop, en definitiva, puro pop, y del mejor.


14ª - "All things must pass": de nuevo es necesario arrodillarse y agradecerle a Harrison una canción. Pocas baladas tienen la capacidad evocadora, la grandeza y la emoción de "All things must pass". Partiendo de la base de que estamos ante una de las letras más redondas de George, brillante reflexión sobre el tiempo, nos encontramos ante un tema cuya belleza es tan grande que intentar describirla sería estúpido e innecesario. La voz de Harrison, en la que es la mejor interpretación vocal del álbum, nos canta todo con una humildad y con una sinceridad desgarradora, absolutamente inolvidable. Una canción para recordar siempre.

15ª - "I dig love": tema centrado en un genial riff a través del cual la melodía va creciendo hasta alcanzar un sobresaliente climax final, en el cual la estupenda voz de Harrison, una brillante percusión, un bajo grandioso y una guitarra acertadísima se unen para crear una nueva joya.

16ª - "Art of dying": maravillosa reflexión sobre la muerte, en este tema Harrison demuestra su capacidad como estupendo guitarrista y su constante pensamiento sobre temas universales. Llena de grandeza sonora, "Art of dying" es uno de los mejores temas rockeros que George compuso, y que se ayuda de unos metales asombrosos y una interpretación instrumental más que abrumadora, para convertirse en uno de esos clásicos a los que hay que acercarse para entender la grandeza de un genio como Harrison.


17ª - "Isn,t it a pity (Version two)": revisión del maravilloso tema. Esta vez, Harrison se centra en eliminar todos los posibles arreglos épicos que tenía la primera de las versiones y desnudar el tema de manera que se puede apreciar la belleza absoluta del original. Melancólica, profunda, preciosa y tan genial como su primera versión, "Isn,t it a pity (Version Two)" quizás no aporte nada al trabajo, pero su escucha es siempre una auténtica y necesaria delicia.


18ª - "Hear me lord": y llegamos al final. Una nueva canción centrada en la religión, una nueva joya, otro tema redondo. Es esta otra de esas canciones donde todo está conseguido, donde se produce la magia de que todos los factores encajen a la perfección, incluidos unos coros llenos de sentimiento y una voz desgarrada y genial de Harrison, que ofrece de nuevo una de las mejores interpretaciones vocales de su carrera. A nivel instrumental es una nueva cima, contando con unos teclados asombrosos, una percusión brillante, y una guitarra escondida pero sublime en cada una de sus apariciones. En definitiva, una genialidad absoluta para poner punto y final a algo más que un gran trabajo.


19, 20, 21, 22 y 23 – Las últimas 5 canciones del disco son las que en su modalidad de LP se incluían en el que volvía “All things must pass” en un disco triple. La verdad hay poco que decir, son una serie de pesados “jams” en los que se destaca al maestro Clapton tomando la batuta del requinto la mayor parte del tiempo. Con excepción de “I’t Johnny’s Birthday” la cual es una broma sónica bastante chafona “out the blue”, “Plug me in”, “I remeber jeep” y “Thanks for the pepperoni” cumplen con ese esquema de largos “jams”.


No se sabe si es cuestión de magia, cuestión de buena suerte, de buena racha o de inspiración momentánea, pero hay ocasiones en los que se dan todos los elementos para que se cree algo inmortal, algo que es un clásico antes, durante y después de su salida al mundo. Este es el trabajo de un genio, de alguien capaz de crear algo tan enorme que te hace sentir que, a pesar de ser algo que está construido para que lo escuche el mundo, sólo llega a tus oidos, que está escrito para ti, compuesto para ti, cantado para ti. Es el trabajo de George Harrison. Su discurso, su lema, su leyenda hecha música. Es la personalidad reflejada en unas melodías, letras y voces llenas de vida. Es la inmortalidad de un mortal. "All things must pass" es, simple y llanamente, una obra maestra.

MI PRINCESA

El mejor lugar de tu corazón
es para extraños,
como una adicta a la distorsión
recuentas los daños
y en la calle nadie sabe tu nombre,
si te pintas el pelo,
si ves en blanco y negro,
si te matas poco a poco de hambre,
si compones el duelo
entre adagio y alegro.
Nadie te quiere escuchar,
te queda poco que ocultar
mi princesa.

Solamente donde existe el amor
es donde puedes hallarlo,
pidiéndole permiso al dolor
para poder visitarlo
y te falla más y más la memoria
y ya no te persigue
como antes lo hacía
y le ruesgas clemencia a tu historia
que ya no te castigue
en tu casa vacía.
Nadie te quiere escuchar,
te queda poco que ocultar
mi princesa

Tu destino casi siempre es al sur
y te diriges al norte.
Buscando el peligroso albur
aunque ya no te soporte
y te levantas como todos los días
y te mientes un poco
y te calmas de veras.
Coqueteas con el tiempo y te lías
un cigarro barroco
y ni así te sinceras.
Nadie te quiere escuchar,
te queda nada que ocultar,
mi princesa

El Transformer de Lou Reed


Tras descubrir a Los Velvet Underground después de haber escuchado en reiteradas ocasiones algunos singles de Lou Reed; cuestión que, analizada en retrospectiva, hoy en día me resulta, cuando menos, extraña. A la sazón, no llegaron a mis entusiastas oídos adolescentes precisamente las tortuosas composiciones que el neoyorquino extrajo desde el fondo mismo de la tristeza en esa olvidada obra maestra llamada Berlin, pues esas canciones le escapaban casi deliberadamente a la comercialidad. Por el contrario, merced a dos temas de su disco más exitoso fue que desembarqué en el fascinante universo de quien considero, sin permitirme vacilación alguna, y más allá de sus irregularidades, uno de los compositores claves que ha dado el rock en su pródiga historia.

En 1972, David Bowie no sólo se limitó a concebir The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, sino que, como lo hizo también con Iggy Pop, reorientó la carrera de su admirado Reed –caído en desgracia luego de abandonar su grupo emblemático–, produciéndole precisamente Transformer, álbum que enderezó el curso de una trayectoria que parecía condenada al fracaso comercial sempiterno. Para ello, Bowie consideró conveniente la introducción de una serie de cambios estilísticos acentuados (el glam rock transitaba entonces su época de oro), y como era de esperar, los hechos posteriores le dieron la razón. Sin embargo, Lou incluyó en el grueso de las composiciones su acostumbrada temática relativa a los personajes más extraños y marginales de las sórdidas esquinas de una ciudad que no siempre brilla, manteniendo de ese modo parte de su sello distintivo.

Si bien la ampulosa teatralidad ínsita en la estética glam no congeniaba en lo más mínimo con su perfil, Lou Reed lograba puntos de contacto con esta vertiente del rock, gracias a cierta ambigüedad sexual presente en algunas de sus letras. Asimismo, cabe destacar la colaboración de Mick Ronson, hombre de confianza de Bowie y genial guitarrista de The Spiders from Mars, quien pese a los problemas de comunicación que tuvo durante las grabaciones con el oriundo de New York, logró establecer con él un diálogo soberbio en el plano estrictamente musical.

La canción inicial, “Vicious”, es una pequeña joya que, en algún punto, retrotrae a la crudeza propia de la Velvet Undergroud, especialmente debido a los punteos distorsionados que Ronson introduce con reiteración, al tiempo que Lou canta sobre una pareja de sadomasoquistas: Vicious, you hit me with a flower. You do it every hour. Oh baby, you’re so vicious. Vicious, you want me to hit you with a stick. But all I’ve got is a guitar pick.

Siempre he pensado que “Perfect Day” es una de las mejores baladas de la historia, equiparable con ciertas canciones de Lennon o McCartney. No adquirió verdadera popularidad sino hasta entrada la década del noventa, sobre todo al ser versionada por Duran Duran, y al aparecer en la banda sonora de la célebre película de Danny Boyle interpretada por Ewan McGregor. La letra ha sido objeto de mil y una interpretaciones, quizá a causa de su costado críptico: debajo de la faz romántica y el día perfecto, se esconde un dejo melancólico, gris y dramático. Los toques de piano, los arreglos de cuerda y la conmovedora interpretación vocal hacen el resto. En el pegadizo rocker “Hangin’ Round” se destacan los estridentes acordes y la buena vibración que la canción transmite en general.

“Walk on the Wild Side”, constituyó uno de los mayores éxitos comerciales de toda la carrera de Lou Reed. La pieza, de ritmo repetitivo y llena de coros, es un retrato del séquito de extravagantes personajes del underground neoyorquino que acompañaban a Andy Warhol en La Factoría. El sorpresivo, inesperado solo de saxo, sobre el final, fue una idea de Bowie. De “Make Up” me gustan particularmente el acompañamiento de tuba (a cargo de Herbie Flowers) y la performance vocal relajada y cool.

Así llegamos hasta “Satellite of Love”, tema que había sido grabado originariamente por la Velvet Undergound en un período de sesiones, aunque a la postre no fue incluido en ningún disco oficial. Es otra balada perfecta, dotada de una melodía exquisita, en la que se puede distinguir por momentos la voz de David Bowie, y que concluye con un crescendo vocal orgásmico (muchos han comparado ese final con el de “Drive-In Saturday”, del propio Bowie). “New York Telephone Conversation” es un simpático y breve añadido, cuya melodía recuerda a un jingle publicitario, mientras que “I’m So Free” representa, con esos curiosos coros, el costado acabadamente glam del álbum. Para la despedida queda “Goodnight Ladies”, en la que una gran combinación instrumental, con tuba y saxo incluidos, remite sin escalas a los viejos cabarets alemanes.

La reunión de grandes músicos bajo el aura protectora de un Bowie que atravesaba un período de inconmensurable lucidez, no sólo redundó en la reinvención de un outsider que se animaba a cantar sobre asuntos poco decorosos, sino que, al mismo tiempo, posibilitó la confección de un brillante y ecléctico repertorio sonoro. Es una lástima que esta adaptada versión glam de Lou no se haya extendido más allá de éste trabajo. Con todo, no deben quedar dudas respecto a que pocos discos contribuyeron tanto a fomentar el rótulo de poeta maldito e icono sombrío del rock que el transcurrir del tiempo se ha encargado de conferirle.