Me ha llamado mucho la
atención lo sucedido desde hace 1 semana en mi Hospital. Le he dado muchas
vueltas tratando de entender que pasó, pasa y seguirá pasando. Siento que una
situación que genera tanta reactividad, debe ser entendida más allá de la situación
misma.
Todo comienza cuando en el
Hospital se autoriza grabar un promocional a un grupo de cantantes. Dicho
promocional era un sketch cómico que estereotipaba al enfermo mental y al
manejo psiquiátrico. Motivo por el cual se le solicita ese mismo día a la
productora del promocional que no difundan las imágenes. Demasiado tarde ya que
un programa de espectáculos difunde la noticia y los mismos cantantes difunden
2 fotografías del evento. Aquí comienza lo que es difícil de entender.
Antes que todo quiero
aclarar en lo personal, que bajo ninguna circunstancia creo que sea oportuna
cualquier vía para generar o fomentar el estigma en contra de la salud mental o
sus tratamientos.
Las fotos antes mencionadas,
así como el video del programa de espectáculos, fueron bajados y difundidos, no
por un grupo de estigmatizadores o gente con mala fe, fueron difundidos por el
MISMO gremio psiquiátrico exponiendo las fotografías y compartiendo el video en
todas las redes sociales. Incluso diciendo el nombre del Hospital (mismo que no
se menciona en ningún video o fotografía). Reitero, no me parecen adecuados de
ninguna manera los contenidos de ese material, pero creo que la
difusión/defensa es contraproducente.
Como médicos psiquiatras,
tenemos la obligación de pensar en las enfermedades en términos de quién la
padece. Se dice que “No hay enfermedades sino enfermos” por eso, no basta
conocer su clasificación, diagnóstico, fisiopatología o tratamiento. Cuando
sentenciamos con un diagnóstico, inmediatamente el paciente se “etiqueta” ante
los ojos de la sociedad, el médico y sobre todo, de él mismo. Esto no es algo
exclusivo de la práctica psiquiátrica; el Médico Internista que diagnostica a
cierta persona como “diabético” o el Neurólogo a un “epiléptico” los marcan de por
vida.
¿De quién es la culpa,
quién genera el estigma? El ser humano es estigmatizador por naturaleza,
solamente habría que echar un vistazo al trato del hombre al hombre mismo,
utilizando pretextos tan básicos como la raza, etnia, género, estrato social,
nacionalidad capacidad física e inclinación sexual. Podríamos decir que el
estigma es de quién lo sufre, la discriminación está a cargo de terceros.
El estigma se basa en el
contenido de las representaciones sociales, que pueden tener su origen en: (1)
las representaciones de la cultura popular, (2) las imágenes dramatizadas
difundidas por los medios de comunicación social o de masas, (3) los procesos
difusos de comunicación basados en verdades sólo de oídas, chismes y rumores,
que fluyen a través de la sociedad y que caricaturizan la realidad y (4) el mal
ejercicio de los profesionales.
El paciente con una
enfermedad mental se encuentra hoy sujeto a estigmatizaciones los cuales no se
basan en la ciencia, sino en la historia. El diagnóstico de cualquier
enfermedad mental se basa en conceptos populares, arraigado en distorsiones del
bien y del mal, del premio y el castigo. Revalorar el enfoque mediático del
paciente enfermo mental, debe de tener como premisa el análisis histórico de un
proceso que ha excluido de la sociedad a este tipo de enfermos. Llevándonos a
contemplar el fenómeno en toda su dimensión, favoreciendo parámetros para
comprender los orígenes y los elementos que han cambiado para modificar la
historia de estos pacientes.
El comprender presupone
una planificación y una estructuración para que los medios de comunicación,
cuando aborden un tema sobre la salud mental, tengan en el centro al paciente
que se expresa de diversas maneras, por cualquier vía, y comunica su interior,
así mismo y a su mundo. Plantear hoy el problema del paciente con un Trastorno
Mental, significa suspender todo estigma e intensificar la mejoría de sus
situación social. Esto quiere decir también, acallar las tesis de la no
existencia de las enfermedades mentales y de su resultado como expresión
político-económica de una clase. Todo esto entra dentro de la tradición
histórica de las concepciones de la locura que alternativamente han exaltado o
detestado a los enfermos.
Por ejemplo; con lo que
sucedió del promocional. Se escucharon muchas voces (honestas y otras no tanto)
sobre el rechazo al estigma… ¡y qué bueno! Pero nadie habló sobre lo que
realmente cura el estigma…La educación. El que desconoce, teme, el que teme
estigmatiza. Yo escuche y leí muchas voces indignadas pero nadie dio la cara
por la salud mental.
Entonces; vuelvo a
preguntar: ¿Qué pasa en mi Hospital? ¿Cómo podemos entender las reacciones de
los días pasados?
Cuando los individuos
funcionamos en grupos, y especialmente cuando estos grupos existen dentro de
una organización que está en desacuerdo estructural con su mandato, tienden a
activarse los procesos regresivos grupales. En la relación entre las autoridades
como colectivo y la base trabajadora como grupo, el efecto de las múltiples
transferencias y contratransferencias que operan simultáneamente sobre todos
los participantes incrementará la necesidad de operaciones defensivas
protectoras por parte de ambos grupos, acciones que transformen a estos
colectivos en grupos de sensibilidad no relacionada con la tarea original que
es trabajar.
La idealización y la
atmósfera de persecución son las consecuencias más inmediatas y prácticamente
universales de la regresión grupal en las instituciones. En el centro de la
activación de estas operaciones defensivas predominantes se encuentra la
idealización sin autocrítica de la base trabajadora y de las autoridades. Una
derivada y fomentada por la inseguridad del otro.
La
regresión en la base trabajadora se caracteriza por una regresión del superyó,
dónde no buscan líderes que representen los aspectos paternales del superyó
prohibitivo, sino al promotor de ilusiones pseudopaternal, que suministre al
grupo una ideología que confirma las aspiraciones narcisistas del individuo y
no del grupo.
La
regresión de las autoridades debe ser entendida desde dos principios: La
primera es que todo puesto de liderazgo genera una regresión en sus ejecutores.
Incrementando los rasgos de personalidad (esquizoide, obsesivo, narcisista). La
segunda es que la regresión no es necesariamente “mala” o “buena” y se tiene
que entender en términos de su funcionalidad.
Creo
que estamos ante una crisis con solución en puerta, pero es momento de cerrar
filas como encargados de la Salud Mental y no dividirnos. Tenemos un frente
común y no la gratificación individual. Luchemos contra el estigma desde
nuestro trabajo, desde nuestra capacidad y construyamos, no destruyamos.
Dr. José
Ibarreche Beltrán
1 comentario:
Dr. Ibarreche, ¿hay forma de conseguir su libro de semiología psiquiátrica?
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