EL DOLOR Y LAS PESTAÑAS


Si tan sólo el cansancio te empañara el dolor y las pestañas, mirando como se está quemando tu fotografía imposible, parecería que el fuego no está conforme y se voltea y te mira brotándole del cuerpo canciones del sol y de las arañas y el más oscuro de los pecados se te vuelve algo plausible destrozándote la inocencia para darle paso a la ira, aprendiendo de los desiertos la parálisis y las mañas, no ves que una hora en blanco te lleva del amor a lo terrible y que toda la verdad del mundo forma una gran mentira navegando entre el tabaco de personas sin ritmo y extrañas que reptan sin prisa y sinceros con una humedad increíble, como la hermosura de un vino o un bosque que nadie admira. Se me desprendió un sueño cuando hablábamos de los planetas, no es la primera vez que me suceden estas tonterías, y entiendo que tu tampoco eres nueva en esto de estar brincando, veo que a mi voz le gusta el juego de “putas y proxenetas” y a tus ojos les gusta el juego de “ladrones y policías”, sabemos muy bien que no sólo de frío se puede estar temblando, lo dice alguien que tiembla por las hormigas y por los cometas, por la tierra en el cabello, por el mar y por los buenos días, por eso prefiero levantar los brazos y seguir girando, y olvido por un minuto los cadáveres de los poetas que han decidido cortar las almas y tal vez serán las mías, pero eso ya no me importa, me importa seguir sangrando. Guardo silencio y escucho el llanto que proviene de un callejón, es el cuerpo de una mujer que arde lentamente en el olvido y sin saber porque los sonidos de la noche nos aterran continuaré escuchando el lamento cortante y gris del corazón, sólo así los murmuros se convierten en gritos al oído, las olas del miércoles se impactan en mis piernas y se aferran, y se me vacían los besos y se me corta la respiración, y poniéndome la mano en el pecho me declaro perdido en un país en donde a los que guardan silencio los destierran, mientras el resto los ve irse sin tomar ninguna precaución, por eso a veces duele más una mañana que estar herido y ya no es necesario que estemos muertos cuando nos entierran. Parecería muy pronto para elegir la máscara adecuada, la frase correcta o el color que llevaran mis movimientos, pero riéndome y sin delirio y acostándome boca arriba le deshago los nudos al tiempo de una luz enajenada, que, de no ser porque ya no le quedan alas a estos momentos, nos transformaríamos en voces que pilotean a la deriva, hasta bailaríamos desorbitados una danza anticuada de matices urgentes, coordinados, con prisa, pero lentos llegando el instante de no saber en que minuto te escriba o en que segundo he de alimentar una sonrisa destrozada y sin necesitar que aparezcan flores rotas en los cuentos, le exijo al cigarrillo que eleve pronto y fuerte su diatriba. Hoy no digas nada y escucha lo que el blues tiene que decirte, sabes bien que se viven tiempos difíciles en este lugar, pero si te detienes en la historia después podrás contarlo con una voz que no sea tuya o en un solo dispuesto a herirte, de una guitarra que es lobo hambriento y no te deja de mirar y está por demás esconderse en el alcohol para no soñarlo, porque él muy quieto vigila si estás cansado o estás por irte, por eso te queda ser paciente o sin pena ponerte a cantar, viendo que el dolor no siempre es tuyo y no es necesario cortarlo,tranquilo te miras de reojo al espejo dispuesto a mentirte, asegurándote que hoy no es viernes y que no hay nada que ocultar, pero en la calle gritan tu nombre falso y no podrás negarlo. No sé quién soy pero asumo el caos y la creación como algo normal arrojándome al infinito de una hoja en blanco solitaria, que empapada en alcohol, le prende memoria a las palabras-fuego, construyéndome un poema sin titulo y de carácter animal, que habla de las flores y su condición transitoria, precaria, de las serpientes en el invierno y de cómo todo es un juego, solamente entonces el verso amargo alcanza su dosis letal y desde la cima de una montaña un ángel cantará el aria, que al escucharla de lejos sea dulce y de cerca sea un ruego, sintiendo que cada aliento fuera por ti como algo natural, guardándome un recuerdo de playa en el fondo de una lunaria, dejando que las caricias fluyan y la culpa venga luego. Creí que podría tener razones para seguir creyendo en mi, confiar en las noches sin tener que estar pensando en tus lunares, pero fuiste tú quien se metió en mis sueños sin buscar salida, he de suponer que toda intrusa onírica se comporta así y solo hoy dejé de encontrarme sonriente en los mismos lugares, donde la calle se termina y el destino se nos olvida, volteo angustiado preguntando que lugar es este y que hago aquí respirando tan profundo el inapropiado aire de los bares, ya me había dado cuenta antes que la duda me corta y se anida haciéndome creer que si sigue encadenado el cielo es por ti y no me di cuenta que ya no existen soles particulares hasta que me encontré loco y de rodillas buscando mi vida. No suelo recorrer frases perfectas o labios eventuales, mucho menos cuando elijo el mundo y son las tres de la mañana, encontrándole un significado nuevo a la palabra dolor, recorriendo todos mis pasos como quien recorre sus males y ahora veo que es muy temprano para que haya luz en mi ventana o más bien ya es muy tarde y estoy cansado para hablarte de amor, por eso hay que seguir viendo las sombras como cosas triviales y al concierto que existe en el violín como una galaxia lejana, llamémosle desde ahora “frío” al “miedo” porque se oye mejor, contando con la certeza que hablar es hablar de cuanto vales y aunque mantenernos callados sigue siendo la opción más sana, no puedo evitar pronunciar lágrima, pan, tormenta, abeja y flor. Mientras sean útiles, usa los pedazos que quedan de mi voz, los restos que no utilices regrésamelos, me pertenecen, porque ya está bueno de trampas creadas de una costilla y barro y aunque nunca sentí tanta lluvia flotando lento entre los dos, he resuelto mentirte de veras con quimeras que florecen enalteciéndose sobre la aurora de un espacio bizarro que llegando al muelle se transforme en una expectativa feroz, mostrando que hay algunas cosas que sólo son cuando perecen, tal como si fuera indispensable presentar algún desgarro durante el tiempo que pasó entre nuestros dedos sin decir adiós, pero tengo la seguridad de que los finales nos crecen como la duda de seguir despierto al terminarme un cigarro. Es la primera llamada de una respiración desertora, de una calma exacta y de una espalda que se promete entre sombras, la primera madrugada antes de conocernos invisibles, y esa manera tuya de callar ligera y tentadora con la que tristemente te muerdes la espera y después me escombras entre el tiempo sutil y enamorado de miradas sensibles, que oscuras de tanto aullar solitarias, no advierten ni la hora, descubriendo que el infinito me cabe en tu cuello, te asombras, te detienes mostrando tu luz de siluetas imprescindibles ante mi impaciencia suplicante, conquistada y delatora que desde un principio ha atestiguado la alegría cuando me nombras, convirtiendo realidades en seducciones incorregibles.

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